miércoles, 22 de mayo de 2013

¿El último viaje?

Este camino llega a su fin y viajamos con El Guernica finalmente hasta el lugar donde todos lo hemos conocido: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, un viaje nada fácil y que ha suscitado y suscita aún hoy una gran controversia.

El Guernica es custodiado por la Guardia Civil en el Casón del Buen Retiro






Son muchas las cuestiones que hicieron que el cuadro se estableciera por fin en el MNCARS. En primer lugar, dentro del Casón del Buen Retiro el cuadro quedaba, de alguna manera como un intruso dentro de ese lugar bajo una bóveda pintada al más puro estilo barroco: la presencia del cuadro en el Casón había transformado un salón de baile del s XVIII en una morgue. Pese a su incomodo entorno, su capacidad de atracción no había disminuido en modo alguno. Solo en los dos primeros días más de 5000 personas cruzaron las puertas del Casón; así como al mismo tiempo, toda una serie de productos comerciales inspirados en El Guernica, volaban de las estanterías. En realidad el Casón no era el Museo del Prado e instalarlo en él había sido una solución improvisada, un arreglo rápido para acelerar su repatriación. El Guernica en el Casón resultaba una parodia. En términos de conservación y museográficos, era un fracaso, situado en el desafortunado contexto del Casón, el cuadro tenía el raro aire de un absoluto anacronismo que había dejado de representar un papel fundamental en la historia del arte hispano. 
El Guernica sale del Casón del Buen Retiro en 1992
En segundo lugar los vascos y catalanes no estaban muy conformes de que el lienzo estuviera en Madrid. Pero esto no tendría tanta significación como otro tipo de polémicas mucho más importantes que llevaron a que el cuadro se trasladara, como viaje final, al Museo Reina Sofía. El Guernica debía formar parte, entonces, de un nuevo proyecto de Museo Contemporáneo a la orden del día, como lo era dentro del MOMA de N.Y. La intención de trasladarlo a otro lugar generó por supuesto también detractores, desde el propio MOMA a la familia Picasso, ya que la intención del propio Picasso era exponer el cuadro en el Museo del Prado. 


                                                                    Llegada de El Guernica al Museo Reina Sofía


El lugar elegido para crear este nuevo Museo de Arte Contemporáneo fue el antiguo Hospital General de San Carlos, construido por Sabatini en el s XVIII, una buena elección teniendo en cuenta las cualidades del edificio para exponer obras de gran tamaño. Pese a esto, se presentaban varios inconvenientes: por un lado la situación de aislamiento que tuvo España durante la dictadura había dejado al país totalmente desconectado de los adelantos artísticos que se produjeron en la segunda mitad del s XX. Así, el arte español quedo “desaparecido” de la historia del arte moderno, a excepción de artistas exiliados y algunos otros que habían escapado al estigma franquista. Por tanto, y como segundo problema, España no contaba con grandes obras maestras contemporáneas que conformara la colección de este museo. Ahora se pretendía suplantar esa inferioridad española transformando el Reina Sofía en un museo internacionalmente reconocido por su arte autóctono, y aquí, El Guernica, jugaba un papel fundamental. 

La llegada de El Guernica al Reina Sofía supondría la configuración de una colección con un núcleo muy poderoso y atractivo, devolviendo por contrapartida la vida que el cuadro había perdido en su odisea. En palabras de Antoni Tàpies: “El Guernica sería la pieza estrella que dará coherencia al resto del arte español contemporáneo. Es como si, por fin, el arte contemporáneo pudiera estar de nuevo en presencia del padre”.

Llegada del cuadro al Reina Sofía el 26 de julio de 1992
El gran traslado se produjo el 26 de julio de 1992, un año especialmente fructífero para una España que ansiaba renovarse con acontecimiento con las Olimpiadas o la Expo, rompiéndose muchos de los estereotipos y fantasmas asociados a el país en el extranjero. Se había extendido por fin el deseo de normalizar España, y de mostrar al mundo exterior que su joven democracia era robusta, y que la mentalidad española era esencialmente europea. En palabras de Manuel Borja-Villel, actual director del Museo reina Sofía: “Del cristal antibalas y los guardias civiles custodiándolo a mostrarse en el contexto que le corresponde, compartiendo espacio con sus contemporáneos Calder, Reanud, Julio González y Miró, es no solo un elemento que tiene que ver con la contextualización histórica y artística de una obra, sino también con el contexto político de un país”. 


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