En 1968 Franco puso en
marcha el plan para que el Guernica viniera a España. La petición española
causó una gran sorpresa, pues, mientras tanto, el cuadro había quedado
integrado en las colecciones del MoMa de Nueva York, había sido estudiado y
reproducido extensamente, había sido objeto de un excelente tratamiento en
orden a su conservación y había tenido más visitantes y admiradores de los que
habría tenido en cualquier otro museo del mundo.
Este repentino ímpetu
por traer el cuadro a España vino dado por la intención de crear un Nuevo Museo
de Arte Contemporáneo en Madrid, el cual iba a estar dedicado en gran parte a
la figura de Picasso. Este ímpetu vino también motivado por la creación en
Barcelona de un museo dedicado al artista, llamado Museo Picasso.
Cuando se hizo pública la solicitud gubernamental del Guernica, Picasso redactó una respuesta a través de su abogado, Roland Dumas. Aunque de momento la respuesta era esencialmente negativa, tanto Picasso corno Dumas dejaban en claro la intención del primero de que con el tiempo el Guernica viniera a España. Sin embargo, Le Monde escribió, citando a Dumas, que «el cuadro será devuelto al gobierno de la República española el día en el que en España se restaure la República». El 14 de noviembre de 1970, el propio Picasso dirigió una declaración firmada al MoMA de Nueva York, en la que eliminaba la cláusula «cuando en España se restaure la República» y la sustituía por la de «cuando en España se restablezcan las libertades públicas».
La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 precipitó nuevas peticiones de que el cuadro fuera transferido a España. Periodistas de mentalidad democrática y talante liberal empezaron a relacionar la “vuelta” de la tela con el movimiento democrático que, según ellos, iba a aflorar tras la subida al trono del rey Juan Carlos y la desaparición del régimen de Franco.
El Guernica era aclamado en todo el país como un importante capítulo de la historia de España, comparable al El tres de mayo de 1808, de Goya. Pero, aunque generalmente se veía en él una denuncia de los horrores de la guerra moderna, los comentarios escritos eludían cuidadosamente los aspectos partidistas de la contienda civil. La astucia de Picasso al eludir en el cuadro los símbolos específicos o las referencias a las facciones en pugna e incluso a la contienda en sí misma hizo que el Guernica fuera aceptado como una protesta general contra la guerra moderna compartida por la mayoría de los españoles.
El partido socialista se impuso pronto a la Unión de Centro Democrático en las elecciones y Felipe González pasó a ocupar el puesto de Adolfo Suárez como jefe de gobierno. Mientras tanto, Jacqueline Picasso había expuesto su interpretación de los deseos de Picasso al decir en declaraciones a La Vanguardia (Barcelona) el 25 de febrero de 1977 que el Guernica sería devuelto a España «cuando hubiera elecciones libres».
La división de la herencia, acordada oficialmente a fines de 1976, no se hizo efectiva hasta septiembre de 1977, casi cuatro años y medio después de la muerte de Picasso. En agosto, el nuevo Parlamento español, nacido de las primeras elecciones libres junio de 1977), celebró su primera asamblea desde antes de la guerra civil. Una de las resoluciones contempladas fue un amplio gesto de reconciliación. Hecha por el senador Justino Azcárate, antiguo refugiado vasco, la resolución proponía la repatriación de tres exiliados históricos: los restos mortales de Alfonso XIII, último rey, y de Manuel Azaña, primer presidente de la República, así como el Guernica, que ahora estaba a punto de convertirse en un símbolo de la nueva España surgida tras la muerte de Franco.
Concretamente el 27 de octubre de 1977, las Cortes Españolas hicieron una petición formal del cuadro especificando punto por punto que España había satisfecho las condiciones exigidas por Picasso. El Congreso de los Estados Unidos siguió el ejemplo un año después aprobando una resolución en favor del retorno del Guernica a una España democrática. Esta resolución entró en vigor el 7 de octubre de 1978.
Una vez el nuevo gobierno tomó la iniciativa para la recuperación del Guenica, la impresión general era que el cuadro debía ir al Museo del Prado, que, con un director mucho más sensible que sus predecesores, proyectaba realizar amplias medidas de modernización, incluida una instalación de aire acondicionado. La más interesante solución del debate provino del conocido historiador Javier Tusell, a la sazón director general de Bellas Artes. Tusell propuso instalar el Guenica en el Casón del Buen Retiro, que pertenece al Prado y que antes alojó obras de artistas españoles del siglo XIX, solución que satisfaría de inmediato las promesas hechas a Picasso y aliviaría a quienes entendían que hay una línea divisoria entre los antiguos maestros y el arte moderno.
El viaje hacia el Casón fue muy seguido por la prensa. Allí se instaló con una gran cristalera a prueba de bombas y con la vigilancia continua de un guardia civil, todo para que nuestra obra recuperada estuviera en la mejores situaciones posibles.
Sin embargo, desde el
primer día que el Guernica se expuso en el Casón del Buen Retiro, la polémica
comenzó a desatarse en todos los sentidos para concluir en el viaje final de nuestra obra, el MNCARS.
Cuando se hizo pública la solicitud gubernamental del Guernica, Picasso redactó una respuesta a través de su abogado, Roland Dumas. Aunque de momento la respuesta era esencialmente negativa, tanto Picasso corno Dumas dejaban en claro la intención del primero de que con el tiempo el Guernica viniera a España. Sin embargo, Le Monde escribió, citando a Dumas, que «el cuadro será devuelto al gobierno de la República española el día en el que en España se restaure la República». El 14 de noviembre de 1970, el propio Picasso dirigió una declaración firmada al MoMA de Nueva York, en la que eliminaba la cláusula «cuando en España se restaure la República» y la sustituía por la de «cuando en España se restablezcan las libertades públicas».
La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 precipitó nuevas peticiones de que el cuadro fuera transferido a España. Periodistas de mentalidad democrática y talante liberal empezaron a relacionar la “vuelta” de la tela con el movimiento democrático que, según ellos, iba a aflorar tras la subida al trono del rey Juan Carlos y la desaparición del régimen de Franco.
El Guernica era aclamado en todo el país como un importante capítulo de la historia de España, comparable al El tres de mayo de 1808, de Goya. Pero, aunque generalmente se veía en él una denuncia de los horrores de la guerra moderna, los comentarios escritos eludían cuidadosamente los aspectos partidistas de la contienda civil. La astucia de Picasso al eludir en el cuadro los símbolos específicos o las referencias a las facciones en pugna e incluso a la contienda en sí misma hizo que el Guernica fuera aceptado como una protesta general contra la guerra moderna compartida por la mayoría de los españoles.
El partido socialista se impuso pronto a la Unión de Centro Democrático en las elecciones y Felipe González pasó a ocupar el puesto de Adolfo Suárez como jefe de gobierno. Mientras tanto, Jacqueline Picasso había expuesto su interpretación de los deseos de Picasso al decir en declaraciones a La Vanguardia (Barcelona) el 25 de febrero de 1977 que el Guernica sería devuelto a España «cuando hubiera elecciones libres».
La división de la herencia, acordada oficialmente a fines de 1976, no se hizo efectiva hasta septiembre de 1977, casi cuatro años y medio después de la muerte de Picasso. En agosto, el nuevo Parlamento español, nacido de las primeras elecciones libres junio de 1977), celebró su primera asamblea desde antes de la guerra civil. Una de las resoluciones contempladas fue un amplio gesto de reconciliación. Hecha por el senador Justino Azcárate, antiguo refugiado vasco, la resolución proponía la repatriación de tres exiliados históricos: los restos mortales de Alfonso XIII, último rey, y de Manuel Azaña, primer presidente de la República, así como el Guernica, que ahora estaba a punto de convertirse en un símbolo de la nueva España surgida tras la muerte de Franco.
Concretamente el 27 de octubre de 1977, las Cortes Españolas hicieron una petición formal del cuadro especificando punto por punto que España había satisfecho las condiciones exigidas por Picasso. El Congreso de los Estados Unidos siguió el ejemplo un año después aprobando una resolución en favor del retorno del Guernica a una España democrática. Esta resolución entró en vigor el 7 de octubre de 1978.
El
19 de Julio de 1979, después de una larga espera, el presidente Suárez y Dumas se
reunieron. Un día después se anuncia que el Guernica volvería después de cuarenta
años de espera, al lugar que había pertenecido siempre: volvería a España.
El
4 de septiembre, el cónsul general de España, Máximo Cajal, por el Gobierno español,
y William S. Paley y Blanchette H. Rockefeller, por el MoMA de Nueva York,
firman un acuerdo de entrega del Guernica al Estado Español.
El
9 de septiembre de 1981, el Guernica fue descolgado del MoMA con una gran discreción
ya que el museo había recibido amenazas. La noche de la recogida se había
cerrado el museo sin que el público asistente tuviera noticias de que aquella
era la última vez que el Guernica iba estar allí colgado.
Imágenes del Guernica siendo descolgado y enrollado para volver a España |
Página principal de la Vanguardia 10 de septiembre 1981 |
El
10 de septiembre de 1981, a las ocho y veinte de la mañana, el Guernica llegó a
Madrid, rodeado de un gran secretismo y medidas de seguridad, en un Boeing 747
de Iberia, bautizado con el nombre de "Lope de Vega" pisando por
primera vez suelo español.
Llegada del Guernica a Barajas |
Una vez el nuevo gobierno tomó la iniciativa para la recuperación del Guenica, la impresión general era que el cuadro debía ir al Museo del Prado, que, con un director mucho más sensible que sus predecesores, proyectaba realizar amplias medidas de modernización, incluida una instalación de aire acondicionado. La más interesante solución del debate provino del conocido historiador Javier Tusell, a la sazón director general de Bellas Artes. Tusell propuso instalar el Guenica en el Casón del Buen Retiro, que pertenece al Prado y que antes alojó obras de artistas españoles del siglo XIX, solución que satisfaría de inmediato las promesas hechas a Picasso y aliviaría a quienes entendían que hay una línea divisoria entre los antiguos maestros y el arte moderno.
El viaje hacia el Casón fue muy seguido por la prensa. Allí se instaló con una gran cristalera a prueba de bombas y con la vigilancia continua de un guardia civil, todo para que nuestra obra recuperada estuviera en la mejores situaciones posibles.
El viaje hasta a Madrid y su escolta hasta el Casón |
llegada al Casón del Buen Retiro |
Bibliografía utilizada:
VAN HENSBERGEN, G., Guernica. La historia de un icono del s. XX, Debate, Barcelona, 2005.
VAN HENSBERGEN, G., Guernica. La historia de un icono del s. XX, Debate, Barcelona, 2005.
DE LA PUENTE, J., "El Guernica" Historia de un cuadro, edit. Sílex, Madrid, 1983.
FERNÁNDEZ-QUINTANILLA, R., La Odisea del Guernica de Picasso, Planeta, Barcelona, 1981.
FERNÁNDEZ-QUINTANILLA, R., La Odisea del Guernica de Picasso, Planeta, Barcelona, 1981.
No hay comentarios:
Publicar un comentario